jueves, 30 de abril de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor al Sagrado Corazón de Jesús


         Inicio: comenzamos la Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Sagrado Corazón de Jesús. Puesto que Dios habla “en la brisa suave” (cfr. 1 Re 19), hacemos silencio, exterior e interior, para escuchar su voz, que es la voz del Buen Pastor, que nos habla desde la Eucaristía. Imploramos el auxilio de Nuestra Señora de la Eucaristía, Madre y Maestra de los adoradores eucarísticos, para que nuestra pobre oración sea llevada por sus manos a los pies del trono del Cordero en los cielos, Jesús en la Eucaristía. Ofrecemos esta Hora Santa en honor y desagravio al Sagrado Corazón de Jesús y también en reparación por los ultrajes cometidos contra el Inmaculado Corazón de María Santísima.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elegir).

         Meditación

         El Corazón de Jesús, si bien es un corazón humano, no es uno más entre tantos: es el corazón del Hombre-Dios; es el Corazón del Verbo de Dios hecho Carne; es el Corazón de Dios Hijo, que, siendo Espíritu Purísimo, se encarna, se hace Hombre sin dejar de ser Dios y le transmite, en la Encarnación, su divinidad, su santidad y su majestad divina, y esa es la razón por la cual adoramos al Corazón humano-divino de Jesús, porque es el Corazón del Hijo de Dios. Y ese mismo Corazón, divino-humano, se encuentra, vivo y glorioso, oculto bajo la apariencia de pan, en la Eucaristía. Te adoramos, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús; creemos en tu Presencia Eucarística; a Tu Presencia Eucarística bendecimos; en Tu Presencia Eucarística te glorificamos y por tu Presencia Eucarística te damos gracias, y te pedimos perdón por los que no te adoran, por los que no te bendicen, por los que no te glorifican y por los que no te dan gracias por el don inestimable de tu Presencia Eucarística. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         El Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús está envuelto en las llamas del Amor Divino, el Espíritu Santo, y ese fuego de Amor Divino lo quiere comunicar Jesús, en su totalidad, en cada comunión eucarística. Lamentablemente, la gran mayoría de las veces, nuestros corazones son como una piedra, duros y fríos, y así el fuego nada puede obrar en ellos. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nuestros corazones sean como hierba seca, para que se incendien al contacto con el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, brasa ardiente del Amor Divino! Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Sagrado Corazón de Jesús, que estás rodeado por una corona de gruesas y filosas espinas, las cuales se hunden en tu carne purísima a cada latido, provocándote dolores agudísimos; ten piedad de nosotros, pobres pecadores, porque esas espinas, que se hunden en las paredes del corazón cuando este se relaja y que lo desgarran cuando éste se contrae, para expulsar la Sangre preciosísima, de manera que no hay instante en que el que el Sagrado Corazón se encuentre sin dolor, esas espinas, ¡oh Sagrado Corazón!, son la materialización de nuestros pecados, y por eso es que te pedimos que te apiades de nosotros y nos concedas tu misericordia, para que sintiendo en lo más profundo de nuestras almas, un vivo dolor por nuestros pecados, seamos capaces de preferir la muerte antes de volver a ofenderte con el más ligero pecado. Amén.

 Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         En la base del Sagrado Corazón hay una cruz, y esto es para significarnos que, para acceder al Sagrado Corazón, no hay otro camino que el camino de la cruz. La cruz en la base del Corazón de Jesús, significa que quien quiera acceder al Amor de Dios, no puede hacerlo sino es por la cruz de Jesús. El Amor de Dios se nos ofrece todo, sin reservas, en el Sagrado Corazón de Jesús, el cual es el fruto más exquisito del Árbol Santo de la Cruz; por ese motivo, quien desee probar el dulzor celestial de este Corazón Santo, Corazón que contiene todo el infinito y eterno Amor de Dios en sí mismo, todo lo que tiene que hacer es subir al Árbol de la Vida, el Árbol Santo de la Cruz, y tomar este Corazón, y gozar y deleitarse en Él, en el tiempo y en la eternidad. Pero no hay otro camino, para alcanzar al Corazón de Jesús, que no sea el Camino de la Cruz, y es por eso que la cruz está en la base del Sagrado Corazón.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

         Por la herida abierta de tu costado, fluyen Agua y Sangre: Agua, que justifica las almas, quitando sus pecados, y Sangre, que santifica las almas, concediéndoles tu Vida divina. El Agua de tu Corazón limpia nuestras almas por el Sacramento de la Confesión; la Sangre de tu Corazón enciende nuestros corazones en el Divino Amor por el Sacramento de la Comunión. ¡Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, sumérgenos en el abismo infinito de tu Divina Misericordia, abierto de par en par por la lanza que traspasó tu Sagrado Corazón! ¡Haz que vivamos, oh Jesús, en el tiempo y en la eternidad, bajo los rayos de tu Amor Misericordioso, que brotaron de tu Corazón traspasado!

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Meditación final


         Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, debemos ya retirarnos, pero deseamos continuar adorándote “en espíritu y en verdad” (cfr. ) y para ello, entregamos y consagramos nuestros pobres corazones a la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, para que Ella los estreche contra su Inmaculado Corazón y al estrecharlos nos comunique del Amor Santo que en él inhabita y así nuestros corazones, débiles y agonizantes, que desfallecen a cada paso porque son atraídos por los falsos atractivos del mundo, que los envenena con su ponzoña, revivan con el Amor de Dios y sean capaces de amarte y adorarte en todo tiempo y lugar. Amén. 

martes, 21 de abril de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la profanación a la Eucaristía ocurrida en el oratorio de Adoración Eucarística de la ciudad de Aguilares, Tucumán


Introducción: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación y desagravio por la profanación eucarística sufrida en el oratorio de adoración eucarística de la ciudad de Aguilares, el pasado Domingo 19 de abril. También reparamos y desagraviamos por todas las profanaciones sucedidas en todo el mundo, por las comuniones sacrílegas y por los cristianos perseguidos.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

El Domingo de Resurrección, María Magdalena acude al sepulcro y no encuentra a Jesús: puesto que aún no cree en la Resurrección, piensa que han robado el Cuerpo de Jesús. María Magdalena ve el sepulcro vacío, y piensa que se han robado su Cuerpo y por eso llora, angustiada. A la pregunta de los ángeles: “¿Mujer, porqué lloras?”, María Magdalena, con lágrimas en los ojos, da la razón del porqué de su llanto: “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” (Jn 20, 11-18). María Magdalena llora porque todavía no ha reconocido a Jesús resucitado; sus ojos todavía no han sido abiertos a la luz de la fe y por eso no puede reconocer a Jesús, con su Cuerpo glorioso, vivo, resucitado, que ya había surgido triunfante del sepulcro. Solo después que Jesús la llame por su nombre, María Magdalena cesará en su llanto, lo reconocerá con su Cuerpo glorioso y lleno de la vida y de la luz de Dios, se llenará su corazón de alegría y, postrándose a sus pies, lo adorará. Sin embargo, hasta que eso suceda, María Magdalena llora porque piensa que han robado el Cuerpo del Señor y ella no sabe dónde lo han llevado: “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. También hoy nosotros, como Iglesia, lloramos desconsolados, con un llanto interior, como lo hacía María Magdalena al pensar que habían robado el Cuerpo de Jesús, porque se han llevado el Cuerpo Sacramentado de Nuestro Señor Jesucristo y, al igual que María Magdalena, “no sabemos dónde lo han puesto”. No nos interesa la custodia, hecha de vil metal; nos interesa el paradero de Nuestro Señor Jesucristo, Presente con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en la Eucaristía; nos interesa saber dónde está, para ir a buscarlo y traerlo de nuevo con nosotros, y por eso, a quien se lo llevó, le decimos, con lágrimas en los ojos, con María Magdalena: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde los has puesto y lo iremos a buscar”.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

         “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. ¿En qué piensan quienes profanan la Eucaristía? ¿No se dan cuenta que Jesús Eucaristía es el Rey de reyes, circundado de miríadas de ángeles? ¿No toman conciencia que estar delante de Jesús Sacramentado, es equivalente a estar delante del Cordero del Apocalipsis, ante el cual los ángeles de Dios se postran en adoración y queman incienso en su Presencia augustísima, cantando a una sola voz: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos” (cfr. Is 6, 3)? ¿A qué grado de ceguera puede llegar quien se atreve a secuestrar nada menos que al Dios de los altares, Jesús Eucaristía? ¿No saben acaso que en las manos de Jesús Eucaristía están el ser y la vida de todo cuanto es y existe, y que sin Él, NADA, pero “NADA podemos hacer” (cfr. Jn 15, 5)? ¿No saben que Jesús Eucaristía es el Dios Omnisciente, Omnipresente y Omnipotente, que es el “Alfa y el Omega, el Principio y el Fin, el que Es, el que Era y el que ha de venir” (cfr. Ap 1, 8), el Creador de todo cuanto existe, y que nuestro hálito vital depende pura y exclusivamente de su Querer? ¿Cómo puede caber tanta osadía, tanto atrevimiento, el profanar la Santísima Eucaristía? A quien se lo llevó, le decimos, con María Magdalena y con lágrimas en los ojos: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde los has puesto y lo iremos a buscar”.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

         “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Jesús en la Eucaristía ha bajado del cielo para acompañarnos en nuestro peregrinar terreno hacia la Patria celestial, la Jerusalén del cielo. Jesús está en el sagrario y en la Eucaristía para irradiar su luz a quien se le acerque con fe y con amor, pero como Él es la Luz divina (cfr. Jn 8, 12), es una luz viva y es por eso que, a todo aquel a quien ilumina, lo vivifica, y como es también Amor en sí mismo (cfr. 1 Jn 4, 8), a quien ilumina y vivifica, lo vivifica con la vida del Amor Divino. Quien se acerca a Jesús Eucaristía, sale de las tinieblas, para ser iluminado por la Luz y colmado por el Amor de Dios; quien se acerca a Jesús Eucaristía, es convertido en luz y amor divinos, y cuanto más se acerque y más lo adore, más luz y más amor de Dios recibirá. El adorador entra así en un círculo virtuoso: cuanto más amor y adoración tribute a Jesús en la Eucaristía, más Amor y Luz recibe de Jesús, lo cual a su vez enciende su corazón en mayores deseos de amor y adoración y así se entra en ese círculo de luz y amor que, partiendo de Jesús Eucaristía, atrae al alma del adorador, cada vez más intensamente, hacia el centro mismo del Sagrado Corazón de Jesús, que arde en las llamas del Divino Amor. Con el adorador eucarístico, sucede entonces como con los insectos que, en la noche, vuelan en círculos al ser atraídos por la luz de la candela, pero a diferencia de los insectos, que muchas veces encuentran la muerte al ser abrasados por el fuego de la vela, el adorador no muere sino que vive, al ser abrasado con las llamas del Espíritu Santo que envuelven al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús Eucaristía. Por esto nos preguntamos: ¿por qué profanar al Amor de los amores? ¿Qué sentido tiene? Jesús está en la Eucaristía sólo para darnos su Amor, ¿por qué ultrajar sacrílegamente su Presencia? Dime, tú que te lo has llevado, ¿acaso no te ilumina suficientemente Jesús desde la Eucaristía, como para que no reconozcas su Presencia y su Amor? ¿Por qué no nos lo devuelves? Junto con María Magdalena, con lágrimas en los ojos, y con pesar en el corazón, te decimos: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde los has puesto y lo iremos a buscar”.

 Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

“Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Jesús en la Eucaristía es el Verdadero Maná bajado del cielo (cfr. Jn 6, 30-35); quien come de este Pan, vive para siempre, porque este Pan celestial contiene la Vida Eterna (cfr. Jn 6, 51). Jesús en la Eucaristía es nuestro Alimento Celestial; es el Pan super-substancial del Pueblo de Dios, que peregrina en el desierto de la vida y de la historia humana, hacia la Jerusalén del cielo. Sin la Eucaristía, perecemos de hambre y de sed, porque ningún alimento de la tierra puede proporcionar lo que solo la Eucaristía es capaz de darnos: el Cuerpo, la Sangre, el Alma, la Divinidad y el Amor del Hombre-Dios Jesucristo. La Eucaristía es nuestro Viático celestial, nuestro Verdadero y Único Maná bajado del cielo, que del cielo baja al altar eucarístico, en cada Santa Misa, para que nosotros, miembros del Pueblo de Dios, nos alimentemos con este manjar celestial y así seamos capaces de seguir en pos de Jesús, por el Camino del Calvario, hasta el cielo. Si nos quitan la Eucaristía, nos quitan la vida misma y dejamos de existir; si nos quitan la Eucaristía, perecemos de hambre y de sed, en este desierto desolado que es la vida y la historia humana; si nos quitan la Eucaristía, nos quitan todo y la vida se vuelve tinieblas, porque la Eucaristía es la “columna de fuego y la nube luz” (cfr. Éx 13, 21-22) que ilumina nuestro diario peregrinar hacia la Patria del cielo. Nos quitaron la Eucaristía, la profanaron, la robaron, y por eso les pedimos, les suplicamos, les rogamos, que nos la devuelvan, que nos digan dónde está, que la iremos a buscar. Sin la Eucaristía, perecemos de hambre, porque la Eucaristía es el Pan Vivo bajado del cielo, la Carne del Cordero, asada en el fuego del Espíritu Santo, y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna; sin la Eucaristía, vivimos en las tinieblas, porque la Eucaristía es la Luz de la Iglesia y de nuestras almas; sin la Eucaristía, morimos de frío, porque la Eucaristía es el Sol ardiente que incendia nuestras almas en las llamas del Divino Amor. Junto con María Magdalena, con lágrimas en los ojos, y con pesar en el corazón, te decimos a ti, hermano que te llevaste a Jesús Sacramentado: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde los has puesto y lo iremos a buscar”.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

“Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. La profanación de la Eucaristía no es nunca un mero robo, porque la Eucaristía es el “Rey de reyes y Señor de señores” (Ap 19, 16), Cristo Jesús, el Hombre-Dios, la Persona Segunda de la Santísima Trinidad, oculta en apariencia de pan. La profanación eucarística hace revivir la dolorosa escena de la traición y entrega de Judas Iscariote en el Huerto de los Olivos. Al acercarse, Judas saluda a Jesús con un beso en la mejilla, pues además de ser el saludo convencional, era la señal con la que el traidor indicaría a los guardias, apostados en las tinieblas, que ése era Jesús de Nazareth, al que había que apresar. Así el profanador, de igual manera, se acerca sigilosamente al Oratorio de Adoración Eucarística, fingiendo amistad, hasta que descubre su perversa intención de profanar la Eucaristía. Pero al igual que a Judas, también Jesús le dice al profanador: “¿Con un beso entregas al Hijo del hombre? (Lc 22, 48). Porque quien profana la Eucaristía, lo hace para entregar al Hijo del hombre, ya sea para vender la custodia, porque la robó pensando que la custodia en la que se encontraba la Eucaristía era de metal precioso y podía obtener dinero por ella; ya sea porque la entrega a la misma Eucaristía en manos de otros profanadores, que piensan que ultrajándola obtendrán quién sabe qué siniestros beneficios. Jesús, ¿dónde estás? ¿Adónde te han llevado tus captores? ¿Qué nuevos y crueles ultrajes han cometido contigo? Dondequiera que estés, Jesús, nuestro Amado Rey, toma nuestros pobres corazones, y enjuga con ellos tus lágrimas de pesar y tristeza; enjuga con ellos tu Santa Faz, nuevamente golpeada y ultrajada por este sacrilegio, e imprime en ellos tu Rostro y tu dolor, para que descargando en nuestros corazones tu dolor, sientas alivio y consuelo. Jesús, queremos reparar por quienes profanan la Eucaristía de las más diversas formas, y por los más perversos y siniestros fines; te suplicamos, que a ellos y a nosotros, a nuestros seres queridos y a todo el mundo, nos concedas, por intermedio de María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, tu Madre y nuestra Madre, un amor profundo por tu Presencia Eucarística y un dolor intenso de nuestros pecados, para que logremos la contrición y el amor perfecto hacia Ti. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Meditación final

Jesús, queremos reparar por quienes roban la Hostia consagrada para profanar tu Cuerpo Santísimo, para pisotear tu Divinidad presente y oculta en este manjar del cielo. Jesús, queremos reparar y desagraviar por quienes roban la Eucaristía para martirizarte y ultrajarte en ritos satánicos. Llevados de la mano de María Santísima, queremos sanar tus heridas y recoger tu Sangre en nuestros corazones, a modo de otros tantos cálices que, aunque indignos, si son presentados por tu Madre, no los rechazarás. Te pedimos por estas pobres almas, para que tomen conciencia del sacrilegio que cometen contigo; almas que deben acudir de inmediato al Sacramento de la Penitencia, para recibir el río inagotable de gracias con el que lavarán sus pecados. Nos postramos ante tu Sagrado Corazón Eucarístico y te ofrecemos nuestro dolor, nuestra penitencia y nuestra mortificación y elevamos nuestras plegarias por estos hermanos nuestros, porque están enceguecidos y “no saben lo que hacen” (Lc 23, 34), porque si supieran que Tú, en la Eucaristía, eres el Dios Omnipotente, el Cordero de Dios, el que con su luz divina ilumina la Jerusalén celestial, porque es “su lámpara” (cfr. Ap 7, 9. 22, 3), jamás harían lo que hicieron, robar la Eucaristía para profanarla. Jesús, reparamos y desagraviamos por las injurias, abominaciones y sacrilegios que se cometen contra tu Sagrado Corazón Eucarístico, un Corazón que desde la Eucaristía sólo irradia Amor y perdón divino para el pecador. Perdónalos, Jesús, porque “no saben lo que hacen” y derrama sobre ellos, sobre nosotros y sobre el mundo entero, los torrentes inagotables de tu Divina Misericordia, que brotaron de tu Corazón traspasado en la cruz. Amén.

Padre Nuestro, Tres Ave María y Gloria, para finalizar el Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


jueves, 16 de abril de 2015

Hora Santa en honor y desagravio al Inmaculado Corazón de María




         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor y desagravio al Inmaculado Corazón de María.

         Canto inicial: “Al Corazón benigno de María”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario. Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

         Meditación

         María, tú fuiste concebida sin mancha de pecado original e inhabitada por el Espíritu Santo, para alojar en tu seno virginal al Verbo de Dios hecho Carne (cfr. Lc 1, 28); por esta condición tuya de ser la Inmaculada Concepción y la Llena de gracia, recibiste al Verbo del Padre, que es la Verdad de Dios, en tu Mente Sapientísima, libre de errores y de dudas; por estar tu Corazón Inmaculado, lleno del Amor del Espíritu Santo, lo recibiste con el mismo Amor con el que lo ama el Padre en la eternidad, y por ser Virgen Inmaculada y Purísima, lo concebiste en tu Cuerpo virginal Purísimo, sin intervención humana; te pedimos, Virgen y Madre, haz que, por la gracia, a imitación tuya, recibamos al Verbo de Dios Encarnado, Jesucristo Dios, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía, con una fe y una mente libres de errores, con un corazón lleno de amor por su Presencia Eucarística y con un cuerpo casto y puro según nuestro estado de vida. Amén.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

María, tú concebiste al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo y lo alojaste por nueve meses, para darlo a luz virginalmente en el Portal de Belén como Pan de Vida eterna y cuando lo diste a luz, el Portal se iluminó con el resplandor de gloria eterna que emanaba del Ser divino del Niño de Belén (cfr. Lc 2, 1-14); te pedimos, Virgen Santísima, que hagas que nuestros corazones, oscuros y fríos como el Portal de Belén antes del Nacimiento del Niño Dios, den a luz y se alegren por el Nacimiento del Niño Dios en ellos; haz que el Niño Dios nazca por la gracia en nuestros corazones, para que nuestros corazones resplandezcan y se iluminen con la luz de su gloria divina, así como el Portal de Belén se iluminó con la luz de la gloria celestial la Noche de Navidad. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

María, cuando tú presentaste al Niño en el templo, el anciano Simeón profetizó que “una espada de dolor atravesaría tu Corazón” (cfr. Lc 2, 35) y esa espada de dolor sería la Pasión y Muerte en cruz de tu Hijo Jesús. ¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía, esa espada de dolor está formada por mis pecados, porque mis pecados, nacidos de mi propia malicia, son los que crucifican a tu Hijo en la cruz! Concédeme, Nuestra Señora de los Dolores, la gracia de un corazón contrito y humillado, para que llore mis pecados y prefiera morir antes que volver a ofender a Jesús con la malicia de mi corazón. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

María, cuando Jesús tenía doce años, subió contigo y con San José a Jerusalén, para cumplir con el edicto del censo del emperador (cfr. Lc 2, 41-50). Luego del censo, Jesús permaneció en el templo, respondiendo a las preguntas de los doctores de la Ley, quedándose en medio de ellos, mientras tú y San José regresaban a Belén, pensando cada uno que el Niño estaba con el otro. Al cabo de tres días de marcha, se dieron cuenta que el Niño no estaba con ninguno de los dos, lo cual los llenó de gran angustia, al pensar que habían perdido a Jesús, debiendo regresar a toda prisa a Jerusalén, en su búsqueda. Finalmente, lo encontraron en el templo, en medio de los doctores de la Ley, respondiendo a sus preguntas. También a nosotros nos sucede que, en el peregrinar de la vida, perdemos de vista a Jesús, porque marchamos en dirección contraria al lugar donde se encuentra Jesús: el templo, el sagrario, la Eucaristía. Muchas veces, perdemos de vista a Jesús y pensamos que lo hemos perdido y no nos damos cuenta que Jesús está en el templo, esperándonos, para responder nuestras preguntas y para darnos su Amor. María, tú que encontraste a tu Hijo al cabo de tres días, haz que lo encontremos allí donde se encuentra Jesús: en el templo, en el sagrario, en la Eucaristía. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación

María, tú acompañaste a tu Hijo a lo largo del Via Crucis y estuviste con Él al pie de la cruz (cfr. Jn 19, 25-27), acompañándolo y dulcificando su dolorosísima agonía de tres horas, con tu amorosa presencia maternal, permaneciendo de pie, al lado de la cruz, desde que fue crucificado, hasta que murió. De esa manera, ofreciste a Jesús al Eterno Padre, por la salvación del mundo, como Víctima Pura y Santa; te pedimos, María Santísima, que también a nosotros, hijos tuyos adoptivos, nos acompañes por el Camino del Calvario, el Camino de la Cruz, para que muriendo al hombre viejo, junto a Jesús, podamos renacer al hombre nuevo, a la vida de los hijos de Dios, la vida de la gracia, para ser ofrecidos por ti al Padre, en Jesús y con Jesús, como víctimas en la Víctimas Pura y Santa, Cristo Jesús, por la salvación de nuestros hermanos los hombres. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.

Canto final: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Amén”.

        


jueves, 9 de abril de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado pidiendo por los cristianos perseguidos, especialmente por los 148 estudiantes kenyanos asesinados y por sus perseguidores


         Inicio: frente a las numerosas masacres cometidas  contra cristianos en diversas partes del mundo (especialmente en Garissa, Kenya) en los últimos tiempos, el Santo Padre Francisco ha llamado a “no permanecer en un silencio cómplice”[1] frente a tales actos de barbarie. Haciéndonos eco de su llamado y siendo conscientes de que los cristianos asesinados son nuestros hermanos por la fe, ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, pidiendo por su eterno descanso y por la conversión de sus verdugos.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrario del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección)

         Meditación

         Jesús, Tú dijiste en el Evangelio que serían bienaventurados aquellos que sufrieran persecución “por causa de la justicia”: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3-10). Los cristianos que son perseguidos heredan el Reino de los cielos y son bienaventurados porque participan de la persecución de la cual Tú fuiste objeto, en primer lugar. La razón es que este mundo nuestro “yace bajo el poder del Príncipe de las tinieblas” (cfr. 2 Cor 4, 4), y Tú viniste a “destruir sus obras” (cfr. 1 Jn 3, 8), su dominio y su poder con tu Pasión, Muerte en Cruz y Resurrección, y así como fuiste perseguido hasta la muerte de cruz por destruir sus obras, así tus hijos, a quienes Tú asocias en tu obra redentora, también hoy, en nuestro siglo XXI, son perseguidos, siendo sometidos a toda clase de torturas y de muertes cruentas, imitándote en tu muerte de cruz y alcanzando la vida eterna. Estos cristianos, cruelmente asesinados, son los descriptos en el Apocalipsis como los que “están delante del trono del Cordero, de pie, sobre un mar de cristal mezclado con fuego” y son los que “han vencido a la bestia y entonan el cántico del Cordero” (cfr. 15, 2ss), porque han vencido gracias a la protección divina. Te pedimos, oh Jesús, Rey de los mártires, que concedas a estos hermanos nuestros, a quienes asocias a tu martirio en cruz, la gracia de la fortaleza, para soportar el martirio y el don del Amor, para perdonar y amar a sus verdugos, como Tú nos perdonaste a nosotros desde la cruz. Amén.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

Jesús, Tú que dijiste en el Evangelio: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa” (Mt 5, 3-11); es bienaventurado a quien esto le suceda, porque significa que ese tal está inhabitado por el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad, que es opuesto y contrario al espíritu de la mentira, del error y del mal, originados en el “Padre de la mentira” (Jn 8, 44), Satanás. Los hijos de Dios son bienaventurados porque en ellos inhabita el Espíritu Santo, el Amor de Dios; en los hijos de Dios inhabita el Espíritu Santo, que es Verdad; en los hijos de Dios inhabita el Espíritu Santo, que es Luz que “brilla en las tinieblas” y puesto que las tinieblas no soportan a la Luz, que es Dios, desencadenan contra la Luz y contra los hijos de la Luz toda clase de injurias, de persecuciones y de mentiras, para tratar de apagarla y de ocultarla a los ojos de los hombres. La persecución contra los cristianos es una continuación de la enemistad iniciada en el Génesis, entre los hijos de la Mujer, la Virgen, y los hijos de la Serpiente (cfr. Gn 3, 15); y así como por permisión divina la Serpiente acecha el calcañar de la Virgen, así también por designio divino, el triunfo final le pertenece a la descendencia de la Virgen, Jesucristo y los bautizados y es por eso que Jesucristo, que es el verdadero perseguido en los cristianos, triunfa en la aparente derrota de la cruz, como anticipo del Triunfo final y definitivo al final de los tiempos, cuando aparecerá Victorioso “sobre las nubes del cielo” (cfr. Mc 13, 26), para juzgar a toda la humanidad. Jesús, te pedimos por los cristianos que son injuriados, perseguidos y calumniados por tu causa, para que sostenidos por el Espíritu Santo, Espíritu de Verdad, de Amor y de Paz, den testimonio de Tu Divinidad hasta el final. Amén. 

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Jesús, Tú, en la Cruz, con tu Cuerpo ensangrentado, “derribas el muro de odio que separa a judíos y gentiles” (cfr. Ef 2, 14), el odio anida en el corazón del hombre como consecuencia de la pérdida de la justicia original con la que había sido creado, a causa de la desobediencia de Adán y Eva, y que es destruido por el poder de tu Preciosísima Sangre. Al haber oído la voz de la Serpiente Antigua y al haber desobedecido la voz del Creador, el hombre se despojó de la gracia original con la que había sido dotado y así su corazón se convirtió en una oscura y fría cueva, en donde hicieron morada toda clase de alimañas espirituales que inocularon en él los venenos de la rebelión contra el Dios Amor y del odio contra el hermano, y es así como el hombre, caído en el pecado original, levantó su mano deicida y fratricida, para matar a su Dios en la cruz y para matar a su hermano, y continúa levantando su mano, para seguir matando a Dios y a su hermano: a Dios, a quien no ve, en su hermano, porque su hermano es la imagen de Dios encarnado, y así, al matar al hermano, mata al hermano y mata a Dios, imagen viva de Dios encarnado. Cada muerte homicida alimenta el círculo de odio y de venganza entre los hombres, pero Tú, Jesús, con tu Cuerpo ensangrentado en la cruz, derribas para siempre el muro de odio que separa a los hombres, porque Tú eres el Amor de Dios materializado y la Divina Misericordia encarnada, y es por eso que quien permite que tu Sangre, que se derrama con profusión desde la cruz ensangrentada, caiga sobre él, ve con alegría cómo desaparece el odio de su corazón, para ser reemplazado por el Divino Amor, porque tu Sangre, oh Jesús, contiene al Espíritu de Dios, que hace desaparecer al odio del corazón del hombre, convirtiendo al corazón humano, de cueva oscura y fría, en nido de luz y de amor, en donde va a reposar la Dulce Paloma del Espíritu Santo. Jesús, te pedimos por nuestros hermanos perseguidos, para que no se aparte nunca la gracia de Dios de sus corazones, de manera que el Espíritu Santo esté siempre en ellos y así sean capaces de dar la vida por sus propios verdugos; te pedimos también, oh Jesús, por sus verdugos, para que se arrepientan a tiempo de sus crueles actos, para que sientan el remordimiento de conciencia y pidan perdón, a Ti y a sus víctimas, antes de que sea demasiado tarde para la salvación de sus almas, de modo que puedan salvarse y alabar tu Divina Misericordia por toda la eternidad. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Jesús, Tú eres el Dador de la paz de Dios, tal como lo dijiste en el Evangelio: “La paz os dejo, mi paz os doy, no como la da el mundo” (Jn 14, 27). Nuestro mundo, que yace “bajo el dominio del maligno” (cfr. 2 Cor 4, 4 ), carece de paz, de la verdadera paz, de la paz que sólo Tú puedes dar, porque la paz verdadera nace del corazón en gracia, del corazón que ha sido liberado de la opresión del pecado y ha sido sanado con tu gracia santificante. Solo el corazón que ha recibido tu Sangre y con tu Sangre, tu gracia, y con tu gracia, tu Amor, sólo ese corazón, es capaz de dar amor y paz a sus hermanos. El mundo que yace en tinieblas rechaza a la Luz, que es Cristo, y a los hijos de la Luz, a los cristianos, y así como quiso borrar de la faz de la tierra al Mesías, al Hijo de Dios vivo, crucificándolo en un madero, así también hoy, el mundo busca eliminar de la faz de la tierra a los cristianos, persiguiéndolos, acosándolos, haciéndolos desaparecer. Jesús, Rey de la paz, te pedimos por nuestros hermanos asesinados por tu Nombre, para que les concedas el premio de la gloria eterna, y te pedimos también por sus verdugos, para que se arrepientan de sus crueles actos, para que pidiendo perdón ante Dios y ante sus víctimas, y expiando sus crímenes, puedan algún día, gozar de la contemplación de tu Santa Faz en el Reino de los cielos. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Jesús, Tú que en la Cruz eres el Rey de los mártires, hoy vemos con asombro y estupor, cómo se multiplican, por millares, los mártires en tu Iglesia Santa, que dan sus vidas en tu Nombre. De esta manera, miles de cristianos derraman su sangre, confesando que eres el Hijo de Dios vivo, y así nos dan una lección, para que salgamos de nuestro adormecimiento en la fe y proclamemos también nosotros que Tú eres el Hombre-Dios, encarnado en el seno de María Virgen, para nuestra salvación, y que prolongas tu Encarnación en la Eucaristía. Cada mártir es una prolongación y una continuación de tu muerte martirial en la cruz; por ese motivo, en cada mártir, más que al mártir individuo, Te vemos a Ti, que a través de ellos, continúas derramando tu Sangre Preciosísima, por la redención del mundo. Así, su sangre derramada, su cuerpo entregado, sus palabras pronunciadas, son, en cierta medida, tu Sangre, tu Cuerpo, tus Palabras, porque eres Tú quien derrama tu Sangre en ellos; eres Tú quien entregas tu Cuerpo en ellos; eres Tú quien hablas, con tu Espíritu, a través de ellos, por eso, las palabras pronunciadas por los mártires, son palabras inspiradas por el Espíritu Santo, son Palabra de Dios y como tal deben ser escuchadas. Cada mártir es, con toda razón, semilla de nuevos cristianos, porque a través de ellos, el Espíritu Santo suscita nuevos cristianos al encender en los corazones el Amor a Dios en quienes contemplan el martirio de los que dan sus vidas por amor a Jesucristo, el Hombre-Dios. Jesús, Rey de los mártires, te pedimos por los miles de mártires de nuestros tiempos, para que les concedas la gracia de la fortaleza en la durísima prueba del martirio y también te pedimos por sus verdugos, para que se conviertan de su maldad, para que ellos también gocen, algún día, de la felicidad eterna que es contemplar a las Tres Divinas Personas y a la Santísima Virgen María, en la compañía de los ángeles y de los santos, por toda la eternidad, en el Reino de los cielos. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrario del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.



        




[1] http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/04/actualidad/1428167437_304877.html