jueves, 26 de junio de 2014

Hora Santa en reparación por las recientes profanaciones al Altar Eucarístico en España e Irlanda


         Inicio: ingresamos en el oratorio; hacemos genuflexión delante del Cordero de Dios, Jesús Eucaristía, demostrando así, con el gesto corporal de adoración, que acompañamos con el cuerpo, la adoración y el amor que le tributamos con el corazón. Pedimos la asistencia de Nuestra Señora de la Eucaristía, para que Ella, Madre y Maestra de los Adoradores de la Eucaristía, guíe nuestros pensamientos, nuestros afectos y nuestros propósitos en esta Hora Santa. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por las profanaciones cometidas contra el Altar Eucarístico, llevadas a cabo en Irlanda y España recientemente[1]. (http://www.aleteia.org/es/religion/noticias/una-iglesia-de-puertas-abiertas-para-todo-6353848939577344-Polémicas en Irlanda y España por filmar y fotografiar escenas obscenas dentro de los templos).

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

        “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

         Meditación



Hora Santa en reparación por las recientes profanaciones al Altar Eucarístico en España e Irlanda
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       Jesús, el Altar Eucarístico es lo más sagrado que existe sobre la tierra; es el Nuevo Calvario, porque sobre él se celebra la Santa Misa y la Santa Misa es la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz, el mismo y Único sacrificio por el cual Tú, Hombre-Dios, nos redimiste, entregando tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad, solo que en el Altar Eucarístico el sacrificio de la cruz se renueva de modo incruento, sacramentalmente, sin derramamiento de sangre, porque  el sacrificio de la cruz está oculto a los ojos del cuerpo, pero no a los ojos de la fe, y es así como los ojos del alma, iluminados por la luz de la fe de la Iglesia, contemplan, extasiados, al Cordero de Dios, que sobre el Altar Eucarístico, ofrenda su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en el Cáliz, para entregar con ellos su Alma y su Divinidad, tal como lo hizo en el Monte Calvario, hace dos mil años. Jesús, te damos gracias por el Altar Eucarístico, sobre el cual se celebra la Santa Misa, Memorial de tu Santo Sacrificio de la Cruz y te pedimos perdón por quienes, ignorantes e impiadosos, lo profanan con infames sacrilegios, y te suplicamos, por tu infinita Misericordia, y por los dolores del Inmaculado Corazón de María, que les concedas a ellos, a nosotros, a nuestros seres queridos y a todo el mundo, el don de la contrición perfecta del corazón. Amén.



Hora Santa en reparación por las recientes profanaciones al Altar Eucarístico en España e Irlanda
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         Silencio para meditar.

     Jesús, sobre el Altar Eucarístico desciende el fuego del Espíritu Santo, fuego celestial prefigurado en el Antiguo Testamento, cuando el profeta Elías, desafiando a los sacerdotes de Baal, hizo bajar fuego del cielo que consumió a la ofrenda del holocausto, convirtiéndola en humo que subió al cielo, como signo de la pertenencia a la divina majestad. Así, en la Santa Misa, el Espíritu Santo, espirado por el Padre y el Hijo, es espirado a través del sacerdote ministerial por medio de las palabras de la consagración por Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, y como Fuego celestial, vacía a las substancias muertas e inertes del pan y del vino, para llenarlas de la substancia gloriosa y celestial del Hombre-Dios Jesucristo, esto es, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Este Fuego celestial, así infundido por el sacerdote ministerial, provoca en las ofrendas del pan y del vino la transubstanciación, de modo que el pan y el vino del altar, luego de la consagración, ya no son más lo que eran, sino que pasan a ser la Carne del Cordero, asada en el Fuego del Amor Divino, Carne que asciende como suave fragancia de suave aroma, porque esta Carne santa y sagrada está impregnada de la divinidad, de la naturaleza y del Ser de Dios Uno y Trino, porque es la Carne de Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y así como el fuego terreno, al cocer la carne de un cordero, la convierte en humo que asciende al cielo, así la ofrenda del pan, al ser soplada sobre ella el Fuego del Espíritu en el Altar Eucarístico, se convierte toda ella en la Carne del Cordero de Dios, Carne que está toda embebida de la gloria, de la luz, de la divinidad, del Ser trinitario de Dios Uno y Trino, y así como Carne glorificada y santificada por el Ser trinitario, junto con la Sangre, el Alma y la Divinidad, es llevada por el Ángel hasta el altar del cielo, como ofrenda agradabilísima, de suave fragancia, para adorar a la Santísima Trinidad de parte de toda la humanidad, para expiar nuestros pecados, para pedir perdón, para reparar, para impetrar, para dar gracias. Todo esto sucede en el Altar Eucarístico, don de Dios Uno y Trino, y por ello te damos gracias, oh Jesús Eucaristía, y pedimos perdón y reparamos por las ofensas y profanaciones y por los inauditos y horribles sacrilegios cometidos contra el preciosísimo Altar Eucarístico, y como prenda de reparación, te ofrecemos a Ti mismo en la Eucaristía, y al Corazón Inmaculado de María con todos sus actos de amor hacia Ti. Amén.



Hora Santa en reparación por las recientes profanaciones al Altar Eucarístico en España e Irlanda
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         Silencio para meditar.

      Jesús, el Altar Eucarístico es una porción del cielo, en donde la Santísima Trinidad opera, mediante el sacerdote ministerial, el milagro más grande jamás presenciado por los cielos y la tierra, que deja asombrados y estupefactos a ángeles y santos. Sobre el Altar Eucarístico Jesús, el Pastor Bueno, el Sumo y Eterno Sacerdote, por medio del sacerdote ministerial, que obra in Persona Christi, sopla el Espíritu Santo, vaciando a las substancias inertes y sin vida del pan y del vino, y llenándolas del Él mismo, de su Cuerpo, de su Sangre, de su Alma, de su Divinidad, y de su Amor, del Fuego del Espíritu, de manera que quien consume la Eucaristía, Sacramento del Amor Divino confeccionado en el Altar Eucarístico, consume el Pan Vivo bajado del cielo, Pan que contiene al Dios del Amor, Amor que es Eterno, Amor que es Infinito, Amor que es celestial, Amor que se dona todo, sin reservas, sin límites, tal como Es, al alma que lo recibe con fe, con piedad, con devoción, y, sobre todo, con amor. El Altar Eucarístico es, por este motivo, el lugar más maravilloso de la tierra, porque en él se confecciona el más maravilloso de los maravillosos sacramentos de la maravillosa Iglesia de Dios Uno y Trino, la Eucaristía, sacramento que contiene el alimento que deleita a los ángeles y santos en el cielo, porque contiene en sí todos los deleites celestiales, porque contiene, vivo, palpitante, glorioso, lleno de la luz, de la gloria y del Amor Divino, al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que incendia con las Llamas del Amor de Dios a todo aquel que lo consume y se deja consumir en esas llamas de Amor. Por este don del Amor de tu Sagrado Corazón que es el Altar Eucarístico, en donde se confecciona el Santísimo Sacramento del Altar, te damos gracias, oh Jesús Eucaristía, y te pedimos perdón y reparamos por nosotros y por nuestros seres queridos, por todas aquellas veces en que no hemos sabido valorar ni apreciar el don infinito del Altar Eucarístico, y también pedimos perdón y reparamos por aquellos pobres hermanos nuestros que, enceguecidos por el odio satánico, han osado profanarlo sacrílegamente con inauditos sacrilegios jamás antes cometidos de forma pública, y en reparación te ofrecemos a Ti mismo en la Eucaristía y al Inmaculado Corazón de María, con todos sus actos de amor hacia Ti. Amén.


Hora Santa en reparación por las recientes profanaciones al Altar Eucarístico en España e Irlanda
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         Silencio para meditar.

    Jesús, el Altar Eucarístico es para nosotros, seres limitados, imperfectos y pecadores, algo que supera nuestra capacidad de imaginación y de intelección; por la Santa Misa, se convierte en lo que el Apocalipsis describe como el “mar de cristal” (cfr. 4, 6), en donde se encuentra el “trono de Dios” (cfr. Cap. 4), en donde es adorado el Cordero “como degollado” (Ap 5, 6), al cual adoran los ángeles, inciensándolo con inciensarios de oro y con suaves perfumes de agradable fragancia, que significan las oraciones de los santos (cfr. Ap 5, 8). Para nosotros, pobres seres limitados, imperfectos, llenos de miserias y de pecados, el Altar Eucarístico representa la posibilidad de acercarnos y de tener, enfrente nuestro, delante de nuestros ojos, invisibles a nuestros ojos corporales, pero visibles a los ojos de la fe, por medio del misterio de la liturgia eucarística, a las sublimes realidades sobrenaturales absolutas del Dios Uno y Trino y del Cordero de Dios que es adorado en los cielos, en el Trono de Dios, porque por la Santa Misa, el Altar Eucarístico deja de ser un simple material, para convertirse, por la acción del Espíritu, en el mismo cielo que baja a la tierra, en el cielo que, como “mar de cristal” purísimo –que simboliza la pureza absoluta del Ser trinitario divino- contiene al Trono de Dios, en el cual es adorado el Cordero “como degollado”, Cristo en la Eucaristía. Y así nosotros, pobres pecadores, limitados e imperfectos, que vivimos en la tierra, sometidos al tiempo y a la materia, participamos de la adoración que en la eternidad tributan al Cordero los ángeles y los santos, porque por la consagración hecha por el sacerdote ministerial en el Altar Eucarístico, in Persona Christi, el pan y el vino se transubstancian en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Señor Jesús, el Hombre-Dios, quien queda oculto y escondido detrás de las especies eucarísticas, para ser amado y adorado por la Iglesia Peregrina, hasta el feliz encuentro en la eternidad, en el Reino de los cielos. El Altar Eucarístico es, entonces, para nosotros, una parte del cielo; es, en la Santa Misa, el “mar como de cristal”, y por eso, cada altar de nuestras iglesias, es más precioso que el oro puro, porque en Él es adorado el Cordero “como degollado” (Ap 5, 6), Cristo Jesús en la Eucaristía, Nuestro Dios y Señor, Rey de cielos y tierra. Por este don de tu Amor Misericordioso, te damos gracias, oh Jesús Eucaristía, y te pedimos perdón, por nosotros y por nuestros seres queridos, por todas las veces en las que no hemos sabido apreciarlo en su verdadero valor, y te pedimos perdón y reparamos, por quienes, llevados por el odio de quien es “homicida desde el principio” (Jn 8, 44), han osado profanarlo de una manera inaudita y abominable, y para reparar, te ofrecemos a Ti mismo en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María con todos sus actos de amor hacia Ti. Amén.




         Silencio para meditar.

       Con respecto a lo que sucede en el Altar Eucarístico, en donde se celebra la Santa Misa, debemos recurrir a los santos. Dice Santa Hildegarda de Bingen , mística del siglo XIII: “Y después de esto vi que, mientras el Hijo de Dios pendía en la cruz (…) vi como un altar (…) Entonces, al acercarse al altar un sacerdote revestido con los ornamentos sagrados para celebrar los divinos misterios, vi que súbitamente una luz grande y clara que venía del cielo acompañada de la reverencia de los ángeles envolvió con su fulgor todo el altar, y permaneció allí hasta que el sacerdote se retiró del altar, después de la finalización del misterio. Pero también allí, una vez leído el Evangelio de la paz y depositada sobre el altar la ofrenda que debía ser consagrada, cuando el sacerdote hubo entonado la alabanza de Dios todopoderoso –que es el ‘Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos’– para comenzar así la celebración de los misterios, repentinamente un relámpago de fuego de inconmensurable claridad descendió del cielo abierto sobre la ofrenda misma, y la inundó toda con su luz, tal como el sol ilumina aquello que traspasa con sus rayos. Y mientras la iluminaba de este modo, la elevó invisiblemente hacia los [lugares] secretos del cielo y nuevamente la bajó poniéndola sobre el altar, como el hombre atrae el aire hacia su interior y luego lo arroja fuera de sí: así la ofrenda fue transformada en verdadera carne y verdadera sangre, aunque a la mirada humana apareciera como pan y como vino. Mientras yo veía estas cosas, repentinamente aparecieron, como en un espejo, las imágenes de la Natividad, la Pasión y la Sepultura y también de la Resurrección y la Ascensión de nuestro Salvador, el Unigénito de Dios, tal como habían acontecido cuando el mismo Hijo de Dios estaba en el mundo. Pero, mientras el sacerdote entonaba el cántico del Cordero Inocente –que es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo– y se presentaba para recibir la Santa Comunión, el relámpago de fuego antes mencionado se retiró hacia los cielos; y tan pronto como el cielo se cerró oí una voz que desde el cielo decía: ‘Comed y bebed el Cuerpo y la Sangre de Mi Hijo para borrar la desobediencia de Eva, hasta que seáis restaurados en la justa herencia’”.
      Así es como los santos vivieron los “sagrados misterios” del Altar Eucarístico, los cuales sobrepasan infinitamente nuestra razón. Querido Jesús Eucaristía, te pedimos perdón y reparamos, por nosotros, por nuestros seres queridos, y por el mundo entero, por no apreciar el tesoro inapreciable del Altar Eucarístico y del misterio de la Santa Misa que sobre él se lleva a cabo, y sobre todo, te pedimos perdón y reparamos, por los inauditos sacrilegios y por las horribles profanaciones cometidas contra el Altar Eucarístico, por aquellos hermanos nuestros que, cegados por el “Príncipe de las tinieblas” y “Padre de la mentira”, han cometido recientemente en España e Irlanda, y para reparar tamaña abominación, te ofrecemos a Ti mismo en la Eucaristía, y también te ofrecemos al Inmaculado Corazón de María, con todo su Amor hacia Ti. Amén.

         Silencio para meditar.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
        “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] 25.06.2014  Una iglesia católica al sur de Belfast se encuentra escandalizada tras el vídeo clip de DJ Wilkinson en el que se simula una escena de sexo en el altar de la misma. La mayoría de los feligreses están en estado de shock y califican el vídeo de “horrible”, “repugnante” o de avergonzante. El vídeo, interpretado por los actores irlandeses Joanna Nixon y Diarmuid Noyes, muestra a dos jóvenes (un católico y una protestante) que pasan una noche de fiesta en un club y tras unas copas e ingerir droga terminan practicando sexo en diferentes lugares de Belfast.  En la escena más “provocativa” del videoclip, el hombre lleva a la chica a la capilla donde procede a apagar su sed bebiendo de la fuente de agua bendita antes de santiguarse. Tras saltar y deslizarse a través de los bancos, los jóvenes se desnudan y tienen “sexo” en el altar. La gran polémica y la indignación de los fieles se encuentra en cómo es posible que se haya permitido la utilización de su templo para rodar estas escenas. Según explica el director del videoclip tuvieron el permiso de los sacerdotes locales Padre Patrick McKenna y Padre Robert Fullerton que se horrorizaron cuando vieron el contenido del vídeo y consiguieron con éxito las escenas eliminadas ilícitas. No obstante y según explica la diócesis de Down y Connor, donde han ocurrido los hechos: “El comportamiento en el video era una profanación de la iglesia y causó angustia más grave que el sacerdote de la parroquia" y aclaran que en ningún momento tenían permiso para grabar escenas de este tipo en el lugar de culto. Fotos sacrílegas en España De igual manera, hace unos días, en la parroquia de Munitibar (diócesis de Bilbao) en España tenía lugar una polémica parecida. Unas “sacrílegas” fotos de una mujer desnuda dentro del templo salían a la luz. Fotografías realizadas por José Angel Uberuaga hace un año y que fueron difundidas a través de su web. En un comunicado, el Obispado de Bilbao aseguraba que las imágenes difundidas y las acciones tendentes a su consecución son "sacrílegas, presentan a la mujer de modo humillante, hieren profundamente la conciencia creyente y causan escándalo". Asimismo, explicaban que el acceso al templo y la toma de imágenes se han llevado a cabo "sin conocimiento del párroco" y ha añadido que, tras la averiguación de los hechos, se demandarán las responsabilidades correspondientes, "sin descartar posibles acciones legales". Según explicaba el autor de las fotografías, accedió al templo al tomar las llaves de su madre, encargada de las labores de la limpieza. 

martes, 24 de junio de 2014

Hora Santa en acción de gracias por el Sacramento del Orden


   Inicio: ingresamos al Oratorio, hacemos genuflexión delante de Jesús Sacramentado, el Cordero de Dios, Rey de reyes y Señor de señores. Hacemos silencio, tanto exterior como interiormente, para poder escuchar a Jesús, que desde la Eucaristía, hablará a nuestros corazones en esta Hora Santa. Pedimos la asistencia al Inmaculado Corazón de María, para que nuestra oración se eleve hasta el trono de la majestad de Dios como suave perfume de agradable fragancia. Nos encomendamos también a San Miguel Arcángel y a nuestros ángeles custodios, para que nuestras potencias intelectivas y volitivas y nuestros sentidos externos e internos estén del todo orientados a la oración y al Querer divinos. Ofrecemos esta oración en acción de gracias por el Sacramento del Orden y en reparación por las ofensas y los sacrilegios cometidos contra este sacramento.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

         Meditación

Jesús, te damos gracias por el Sacramento del Orden, porque por él, prolongas, perpetúas y actualizas, sobre el altar eucarístico, tu sacrificio redentor, el sacrificio de la cruz, sacrificio por el cual entregaste tu Cuerpo y derramaste tu Sangre, aplacando la ira divina, lavando y perdonando nuestros pecados, infundiendo tu gracia santificante y abriéndonos las puertas del cielo, tu Sagrado Corazón traspasado por la lanza del soldado romano. Jesús, gracias al Sacramento del Orden, se perpetúa tu Santo Sacrificio de la Cruz, porque cada vez que el sacerdote ministerial celebra la Santa Misa, se prolonga, se perpetúa y se actualiza, sobre el altar eucarístico, el único Sacrificio del Calvario, sacrificio que permanece oculto a nuestros sentidos corporales, pero que es el mismo y único que se llevó a cabo hace veintiún siglos en el Gólgota y que por el misterio litúrgico y gracias al Sacramento del Orden, se hace presente, vivo y real, bajo nuestros ojos, para que dispongamos de todos los frutos de la Redención que nos obtuviste con él, a nosotros, indignos pecadores y siervos tuyos. Jesús, en acción de gracias por tan inmerecido don, el Sacramento del Orden, nos postramos ante tu Presencia sacramental, y te adoramos, te bendecimos, te alabamos, junto a la Iglesia triunfante, purgante y militante que en estos momentos de adora, te bendice, te alaba y te da gracias, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

          Silencio para meditar.

         Jesús, te damos gracias por el Sacramento del Orden, porque por él, multiplicas tu Presencia sacramental, la Eucaristía, Presencia que es Luz, Vida, Amor, Paz, Alegría, para las almas. Si no hubieran sacerdotes, no habría Eucaristía y los sagrarios estarían vacíos y si los sagrarios estuvieran vacíos, el mundo se encontraría inmerso en la más absoluta oscuridad, en la más completa tiniebla, en la más siniestra y oscura noche jamás conocida por la humanidad, porque lo que ilumina al mundo y a las almas no es el astro sol, ni la luz eléctrica, ni la luz de las velas, sino Tú, oh Dios de majestad infinita, porque Tú eres la Luz del mundo, Tú eres la Luz indefectible, Tú eres la Luz Increada, Tú eres el Sol de justicia, la Lámpara de la Jerusalén celestial, que iluminas con tu resplandor con una intensidad y con un brillo y esplendor que supera infinitas veces al brillo y esplendor de infinitos soles de infinitas galaxias. Si no hubiera sacerdocio ministerial no habrían misas y si no habrían misas, no habrían eucaristías, y si no habrían eucaristías, el mundo y las almas vivirían en la más oscura y tenebrosa tiniebla jamás vista, en la más densa y siniestra noche viviente jamás experimentada por la humanidad, porque el Infierno todo se abalanzaría sobre la humanidad desprotegida y quedaría a su merced y el hombre, sin Dios, perecería en un instante, sumergido en las profundidades del Averno para siempre, pero eso no sucede por tu gran misericordia, porque Tú suscitas, de generación en generación, sacerdotes según tu Corazón, para que perpetúen tu amorosa Presencia eucarística, por medio de la Santa Misa, y por este don del sacerdocio ministerial, que permite que Tú estés Presente en los tabernáculos de todo el mundo, iluminando el mundo y las almas con la luz de tu Sagrado Corazón Eucarístico, te damos gracias, te bendecimos, te adoramos y te glorificamos, oh Jesús Eucaristía, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, te damos gracias por el Sacramento del Orden, porque por él se abren para el hombre pecador las puertas del cielo, tus entrañas de misericordia, tu Sagrado Corazón traspasado en la cruz, de donde brota tu Amor inagotable, cada vez que el sacerdote absuelve, en tu Nombre, los pecados del penitente, en el Sacramento de la Penitencia. Si no existiera el Sacramento del Orden, los hombres morirían con sus pecados, y bajarían, luego de la muerte, al abismo en donde no hay redención, porque nadie puede mantenerse en gracia y nadie puede librarse del pecado original, con el cual nacemos y con el cual vivimos y morimos, de no mediar tu gracia santificante. Pero es gracias a tu infinita misericordia, que dispusiste, desde la eternidad, junto al Padre y al Espíritu Santo, el remedio para nuestros males, y es así que estableciste para tu Iglesia la existencia del sacerdocio ministerial, para que un hombre, pecador, elegido por Ti desde la eternidad, para que fuera Tu representante, perdonara los pecados de sus hermanos, administrando la gracia que Tú nos conseguiste al precio de tu Sangre derramada en la cruz. Por este admirable don de tu Sagrado Corazón, te damos gracias, te bendecimos, te adoramos y te glorificamos, oh Jesús Eucaristía, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, te damos gracias por el Sacerdocio ministerial, porque gracias a él, los hombres recibimos el Sacramento de la Confirmación, mediante el cual el alma no solo recibe los dones del Espíritu Santo, sino al mismo Amor de Dios, a la Persona-Amor de la Trinidad, convirtiéndose así, con su cuerpo y su alma en templo y sagrario del Amor Divino. Por el Sacramento de la Confirmación, el cuerpo humano se convierte en templo del Espíritu Santo; el corazón se convierte en altar y sagrario en donde se adora a la Eucaristía; por la gracia santificante, el alma se ve de tal manera embellecida y resplandeciente, que hasta los ángeles del cielo se asombran de su hermosura; en su interior solo se escuchan cantos de alabanza y de adoración a Jesús Eucaristía, que toma posesión del corazón del que se confirma, como su Rey y Señor. Además, el alma se ve enriquecida por los siete dones del Espíritu Santo –Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, Temor de Dios-, dones por los cuales el hijo adoptivo de Dios vive en el mundo pero sin ser del mundo y puede juzgar y discernir acerca de las cosas terrenas, para que estas no lo aparten de su meta final, que es el Reino de los cielos, y por estos dones recibidos en la Confirmación, también es capaz de dar testimonio de la divinidad de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, hasta dar la vida, y así ganar el Reino de los cielos. Por este don de tu Sagrado Corazón, te damos gracias, te bendecimos, te adoramos y te glorificamos, oh Jesús Eucaristía, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, te damos gracias por el Sacramento del Orden, porque por él, son posibles todos los demás sacramentos -Bautismo, Unción de los enfermos, Matrimonio, Orden Sagrado, administrado éste por el Obispo-, que son las fuentes por donde mana, como manantial de agua cristalina, la gracia santificante, que brota, inagotable, de tu Ser Divino trinitario. Sin el sacerdocio ministerial, no existirían los sacramentos y sin los sacramentos, los hombres no accederían a la gracia santificante, y sin la gracia santificante, los hombres moriríamos de hambre y sed de Dios; viviríamos en la más completa oscuridad y moriríamos en la más terrible de las agonías y nuestra muerte sería solo el comienzo de penas y dolores sin fin. Pero gracias a que existe el Sacramento del Orden y por lo tanto el sacerdocio ministerial, existen los sacramentos y con ellos la gracia y con la gracia la participación a tu vida divina, que es para nosotros lo más preciado en esta vida; tu gracia santificante vale más que el oro; tu gracia santificante vale más que las piedras preciosas; una sola gracia, la más pequeña de todas, tiene más valor que todo el oro del mundo, aún más, vale más que todo el universo, y por vivir en gracia y no perderla, vale la pena perder la vida antes que perder la gracia, y eso es lo que nos enseñan los santos de todos los tiempos, ya que preferían morir antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado, tanto era el aprecio que tenían a la gracia santificante proporcionada por los sacramentos, confeccionados por los sacerdotes ministeriales, sacerdotes que participan de Ti, oh Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, Pastor Eterno. Por este don de tu Sagrado Corazón, te damos gracias, te bendecimos, te adoramos y te glorificamos, oh Jesús Eucaristía, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Silencio para meditar.

         Meditación final

         Jesús, Sumo Pastor, Pastor Bueno, Sacerdote Eterno, de quien los sacerdotes ministeriales participan su sacerdocio y a quien los sacerdotes representan en la tierra, te damos gracias por haber instituido el Sacramento del Orden, porque por él cumples y haces realidad tu más hermosa promesa: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Por el Sacramento del Orden, perpetúas tu Presencia sacramental en la Eucaristía, haciéndote Presente entre nosotros real y substancialmente, con tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad, donándote en la Eucaristía, para te recibamos con fe y amor en la comunión, para que nuestros corazones sean como sagrarios vivientes, y quedándote en todos los sagrarios del mundo, para acompañarnos en este destierro doloroso que significa esta vida terrena, dulcificando nuestras penas con tu Presencia eucarística, consolándonos desde la Eucaristía en nuestras aflicciones y agobios (cfr. Mt 11, 28-30), haciéndonos más livianas nuestras cruces, hasta que llegue el Día Final en el que, por tu gran Misericordia, te contemplaremos cara a cara y, borrando las lágrimas de nuestros ojos, nos harás pasar a la Casa de tu Padre, en donde nos gozaremos de Tu Presencia y de la Presencia de María Santísima por los siglos sin fin. Amén.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.