viernes, 28 de febrero de 2014

Hora Santa en reparación y desagravio por las ofensas cometidas contra los Sacratísimos Corazones de Jesús y de María en Carnaval


         Inicio: ingresamos en el oratorio. Jesús está glorioso y resucitado en la Eucaristía y por lo tanto, ya no sufre más. Pero por un misterio que no comprendemos, pero que aceptamos por la fe de la Santa Iglesia Católica, todos los pecados cometidos por los hombres, desde Adán y Eva, hasta el último hombre nacido en el día del Juicio Final, fueron adjudicados a Jesucristo, de forma vicaria, siendo Él inocente, de modo que, en vez de ser nosotros castigados por nuestros pecados, el que fue castigado en reemplazo nuestro en la cruz fue Él. Así fue que Jesús, en su Pasión de Amor, terminó recibiendo sobre sí mismo todo el castigo que merecíamos los hombres por nuestros pecados. Ahora bien, por el misterio del Hombre-Dios, si bien Jesús ya murió y resucitó, para nosotros, hombres del siglo XXI, si pecamos en la actualidad, ese pecado se actualiza o materializa en la coronación de espinas o en la flagelación, o en los clavos de las manos y los pies, etc., porque la Pasión de Jesús está y estará actual hasta el fin de los tiempos, hasta la consumación de los tiempos, es decir, hasta el fin del tiempo terreno, hasta que dé inicio la eternidad. Ofrecemos esta Hora Santa por lo tanto en reparación por los ultrajes cometidos en uno de los momentos del año en donde más ofensas se cometen contra los Sacratísimos Corazones de Jesús y de María, el tiempo de Carnaval.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Cristianos venid”.

         Meditación

         Jesús, nos postramos ante tu Presencia sacramental, y nos sumergimos en el misterio de tu Pasión de Amor. No eres un simple hombre al que contemplamos en Jesús de Nazareth: eres el Dios de majestad infinita, el Dios al que los ángeles de más grandiosa potencia no caben en sí de asombro, ante la infinita majestuosidad de tu Ser trinitario. Tú, Hombre-Dios, el Nazareno, el hijo del carpintero, eres Dios Hijo encarnado, Dios Tres veces Santo, ante cuya gloria eterna las potestades angélicas palidecen y enmudecen asombradas y extasiadas de amor te adoran con alegría sin fin. Y sin embargo los hombres se atreven a golpear tu hermosísimo rostro; a levantarte la voz; a proferirte insultos; a darte cachetazos; a salivar tu santa faz; a darte latigazos en la espalda y en las piernas; a coronarte de espinas, y esto sucede con los pecados de sensualidad, de carnalidad y de obscenidad, pecados que se exacerban al infinito en Carnaval, época por excelencia de exaltación de la lujuria. Jesús, te contemplamos en tu Via Crucis, abrazado a la Cruz, cubierto de heridas abiertas y sangrantes, con tu Cuerpo llagado, tu Cabeza coronada de espinas, tu Rostro santísimo irreconocible, tumefacto por los golpes; te vemos con un ojo amoratado por las trompadas, con tu caminar vacilante por el peso de la cruz, y te seguimos por el Camino Real de la Cruz, detrás de ti y de tu Madre Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que con su Corazón Inmaculado repara junto a Ti por todos los pecados de los hombres ingratos. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, te coronan de espinas. Los soldados romanos, entre risotadas y burlas blasfemas, indolentes de la suerte que de la muerte que te espera, te han tejido una enorme corona de gruesas y filosas espinas, que al ser colocada en tu regia cabeza, hacen brotar caudalosos ríos de tu Preciosísima Sangre, Sangre que corre sobre tu cuero cabelludo, sobre tu Rostro, tu Cuerpo, bañándote todo entero, y cae en tierra formando un lago, tanta es la cantidad que brota de tu Sagrada Cabeza. Para colocarte la corona, los soldados no escatiman brutalidad y una vez puesta sobre tu Cabeza, la hacen encajar a fuerza de golpes y bastonazos. Las espinas son tan filosas, que cada golpe dado por los soldados para colocar la corona, significa para Ti como si decenas de cuchillas de acero se hundieran en tu cuero cabelludo, provocándote acerbos dolores y dejándote al borde de la muerte, tanto es el dolor que te causan. Esas espinas de la corona son la materialización de nuestros malos pensamientos, nuestros pensamientos contra la bondad, los pensamientos de venganza, de ira, de rencor, de enojo, maledicencia, de discordia, entre amigos, entre hermanos, entre esposos; pero también son los malos pensamientos contra la castidad y la pureza, los pensamientos de lujuria y de sensualidad, los pensamientos de pornografía, los pensamientos del Carnaval, los pensamientos de erotismo, los pensamientos carnales, los pensamientos contrarios al espíritu, los pensamientos que siembran en la carne contra el espíritu, los pensamientos de muerte, que ofenden al Espíritu de Dios. Pero no son los soldados romanos los que te coronan de espinas, sino el Amor, porque es el Amor el que te conduce a sufrir por nosotros; es el Amor el que te conduce a dar tu Vida por nuestro rescate. Entonces, por tu Amor, ten piedad y perdónanos, y por el Amor de tu Madre, Ven pronto, Señor Jesús. Amén.

         Silencio para meditar.

        Jesús, han traspasado tu mano derecha con un grueso clavo de hierro. Ese clavo es la materialización de todos los pensamientos y los actos contra el Divino Amor, cometidos por todos los hombres, de todos los tiempos, desde Adán y Eva, hasta el Último Día. Son los pensamientos y actos cometidos contra Dios y su Amor y su Sabiduría, actos y pensamientos pecaminosos con los cuales el hombre destruye la obra de gracia que Dios implanta con todo amor en su corazón, pero que el hombre, guiado por el misterio de iniquidad y obedeciendo la siniestra voz del Príncipe de las tinieblas, busca destruir a toda costa, reemplazando así el Jardín florido y perfumado de la gracia divina por el desierto árido y arrasado del pecado. Así, el Carnaval, con su música estridente, sus colores brillantes, su sensualidad carnal y su erotismo, convierte al alma en un desierto en el que arde y quema el sol de las pasiones sin freno y en el que pululan las alimañas ponzoñosas, las serpientes, los alacranes, las arañas, los pecados mortales que anidan en el corazón negro y frío como cueva babeante de serpiente. Jesús, por tu mano derecha clavada en la Cruz, líbranos del desierto árido del Carnaval, danos la alegría de la pureza casta y pura de tu gracia. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, han traspasado tu mano izquierda con un grueso clavo de hierro. Es la materialización de los pensamientos y actos cometidos por el hombre contra su propio cuerpo, cuerpo que Dios lo ha convertido en su templo de gloria por la gracia, pero que el hombre lo profana por la perversión, la lujuria, la pornografía, la vida licenciosa, las imágenes indecentes, el alcohol, las drogas, y todo género de indecencias, de música perversa, de palabras groseras, de conversaciones indecentes, de obscenidades, de avaricias, de perversiones inimaginables, de traiciones, y todo exacerbado al límite de lo impensable en el Carnaval. Jesús, pedimos perdón, reparamos y desagraviamos, y para ello, te ofrecemos tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad, por medio de las manos y el Corazón Inmaculado de María Santísima, tu y Nuestra Madre Santísima, la Virgen María.

Silencio para meditar.

        Jesús, han traspasado tus pies con un grueso clavo de hierro. Es la representación de los pasos dados para cometer pecados de toda índole, sobre todo los pecados que se cometen en el Carnaval, bajo pretexto de una falsa alegría, de una alegría mundana: pecados de traición, de cobardía, de malicia, de sensualidad, de lujuria; pecados de vanidad, de adulterio, de borrachera, de drogadicción, de sexualidad desenfrenada, de pasiones sin control, de apostasía, de rebelión, de maldad, de falsa religiosidad, de burla a lo sagrado, de desprecio de todo lo bueno, de carnalidad, de banalidad, de exaltación de lo malo, de desprecio de lo santo, de lascivia. Jesús, te pedimos perdón y reparamos por los pecados que se cometen en Carnaval y te ofrecemos en reparación y desagravio tu mismo Sagrado Corazón y el Inmaculado Corazón de María Santísima, para aplacar tu justa ira. Amén.

 Silencio para meditar.

Jesús, han traspasado tu Corazón, tu Corazón ha dejado ya de latir, pero no por eso has dejado de comunicar tu Vida y tu Amor; más aún, en el misterio de tu Divinidad, aún antes de resucitar, comienzas ya a comunicar de tu Vida y de tu Amor por la efusión del Agua y de la Sangre que brotan de tu Corazón traspasado, y así el centurión romano, sobre el cual caen el Agua y la Sangre de tu Corazón abierto, recibe tus entrañas de Misericordia, el Espíritu Santo, y se convierte, confesando a viva voz que Tú eres el Mesías: “¡Éste es el Hijo de Dios!”. Jesús, el lanzazo a tu Sagrado Corazón es la materialización de todos los pecados fratricidas y deicidas que, desde Caín, se albergan en los corazones de los hombres: los resentimientos, los odios, las venganzas, las maledicencias, las faltas de perdón, las envidias; son los planes que los hombres hacen para matarse y destrozarse entre sí, pero son también los odios que los hombres, desde Adán y Eva albergan contra Dios y su Mesías. El lanzazo también es símbolo de quienes asesinan la vida de la gracia en sus hermanos, siendo para ellos ocasión de pecado, por medio de la lascivia y la lujuria, que se incrementa de modo especial en el Carnaval, en donde las ocasiones de caída se multiplican al infinito.
Pero ante el odio cainita y deicida del hombre, que no vacila en matar a su Dios y clavarle un lanzazo en su Sagrado Corazón, Dios responde abriendo las entrañas de su Amor, derramando los infinitos torrentes de su Divina Misericordia; al odio del hombre, Dios le responde con su Divina Misericordia, y por eso, Jesús, te adoramos, te bendecimos, te alabamos y te damos gracias, por tu infinito Amor, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Silencio para meditar.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Cristianos venid”.


jueves, 20 de febrero de 2014

Hora Santa en desagravio y reparación a los Sagrados Corazones de Jesús y de María





Inicio: ingresamos en el oratorio, doblamos nuestras rodillas en señal externa de adoración, ante la Presencia sacramental de Jesús Eucaristía, al mismo tiempo que nos postramos interiormente con nuestra alma, mientras que le decimos, desde el abismo de miseria e indignidad de nuestro corazón, con toda la fuerza de que somos capaces: “Jesús, te amamos con todo nuestro ser, con todo nuestro corazón, con todo lo que somos y tenemos y te agradecemos por Tu Presencia Eucarística, por estar aquí en medio de nosotros, porque Tú en la Eucaristía eres el Faro en medio de la oscuridad, la Luz en las tinieblas, y si no estuvieras, no habría esperanzas para la humanidad, pero la Eucaristía es precisamente el Signo luminoso que nos indica que la Luz Divina nunca habrá de dejarnos a merced de las tinieblas del Infierno, porque la Eucaristía es la Luz Viviente en Persona que ilumina y da Vida eterna a quien la contempla y adora. Es por esto que en Ti, Dios de la Eucaristía, confiamos y en Ti, oh Dios del sagrario, dejamos toda nuestra vida y todo nuestro ser, todo lo que somos y todo lo que tenemos, nuestro pasado, presente y futuro. Que esta Hora Santa, vivida en la luz de tu Presencia sacramental, sea anticipo de la luminosa contemplación del Cordero que por la Misericordia Divina esperamos alegrarnos por la eternidad".
Ofrecemos esta Hora Santa en reparación y desagravio a los Sagrados Corazones de Jesús y de María por diversos pecados, pero sobre todo por los cometidos en el Carnaval.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Tantum Ergo”.

Meditación

Jesús, reparamos y desagraviamos por quienes no valoran el sacramento del matrimonio y la fidelidad conyugal, por todos aquellos esposos que ultrajan la santidad del matrimonio y lo denigran con amores profanos; quienes así obran, no han comprendido que el sacramento ha convertido a los esposos en una prolongación y en una imagen viviente de la unión nupcial y mística entre Cristo-Esposo y la Iglesia-Esposa y que por lo tanto el matrimonio terreno debe reflejar las características de este matrimonio celestial: unidad, indisolubilidad, fidelidad y que así como Cristo Esposo amó a su Esposa la Iglesia hasta la muerte de cruz, así deben los esposos dar sus vidas por amor y ser fieles entre sí hasta la muerte de cruz. Lamentablemente, muchos cristianos se dejan influenciar por el mundo y toman la infidelidad por norma, olvidando las promesas matrimoniales de ser fieles “hasta que la muerte los separe”. Te suplicamos, Jesús, para estos esposos, el perdón y la gracia de la conversión y la contrición del corazón. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, reparamos y desagraviamos por las almas que se dejan seducir por las siete hijas de Satanás, los pecados capitales: la soberbia, pecado por el cual el hombre ocupa el lugar que le corresponde a Dios y se adora a sí mismo, como su propio dios; la ira, pecado que contrasta la mansedumbre y la paciencia del Cordero de Dios y así lo incapacita para subir a la cruz y ofrendar su vida en sacrificio agradable al Señor; la avaricia, el deseo desordenado de acumular riquezas materiales, sin tener en cuenta que nada habremos de llevar a la otra vida, solo el amor y las buenas obras, y que si apegamos el corazón a las cosas materiales, con ellas quedará apegado para siempre y jamás podrá entrar en el Reino de los cielos, por lo que es necesario desapegar el corazón de la riqueza material y apegarlo a los bienes celestiales, la oración y las obras de misericordia; la lujuria, pecado opuesto a la castidad, pecado que desea en contra del espíritu y que por lo tanto cosecha corrupción y muerte y conduce a la muerte eterna, acarreando atroces e infinitos dolores a la carne mortal que en esta vida fue la causa del pecado; la gula, pecado que atiborra los sentidos de comida y bebida, entorpeciendo al alma que así se olvida de degustar el manjar del espíritu, la Carne del Cordero y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna; la pereza, pecado que hace evitar el trabajo y la oración; por último, la envidia, pecado por el cual el alma se entristece por el bien ajeno cuando debería, por el contrario, crecer en la caridad y en el amor a su prójimo. Jesús, te pedimos perdón y reparamos, en desagravio por nuestros prójimos y por cuantas veces nosotros mismos nos hemos dejado seducir por estos pecados, en vez de combatirlos y vivir las virtudes que nos hacen imitar tu Sagrado Corazón. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, reparamos y desagraviamos por quienes aprueban leyes contrarias a la naturaleza humana. La naturaleza, creada por ti, es perfecta y armoniosa y en el respeto de sus leyes encuentra el hombre la plena realización de sus capacidades, al tiempo que construye un mundo de justicia, de paz y de armonía con sus hermanos, glorificando y alabando de esta manera tu Nombre, tu Sabiduría y tu Amor. Por el contrario, cuando el hombre, enceguecido por su soberbia y necedad, deja de contemplar tu Sabiduría y tu Amor inscriptos en las precisas leyes de la naturaleza humana y guiado por el misterio de iniquidad se erige en inicuo legislador, se inventa para su propia ruina infames leyes anti-natura con las cuales justifica los vicios y exalta las pasiones, lo único que hace es abrir las puertas al dolor, la angustia, la tristeza, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, aun cuando todo lo disfrace de neo-derechos y lo presente con música estridente, con sonoras carcajadas y con banderas multicolores. Jesús, te suplicamos, para ellos y para nosotros, la gracia de la conversión y de la contrición del corazón, para que todos comprendamos que en el respeto de la naturaleza humana está la felicidad del hombre y que “el cuerpo es templo del Espíritu Santo” y que por tal motivo no debe ser de ninguna manera profanado. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, reparamos y desagraviamos por quienes aprueban la eutanasia, sobre todo la eutanasia infantil. La Eutanasia es una falsa piedad; es una negación de la ciencia médica; es un acto contrario a la medicina; es la supresión violenta de la vida humana, en este caso, de un niño o de un joven, en estado terminal, y un médico no puede nunca prestarse a semejante acto que contradice la esencia de su profesión. La eutanasia consiste en la eliminación programada, abrupta, injustificada, violenta, de un ser humano vivo, que debía aun cumplir su ciclo vital biológico, y esta interrupción es hecha por manos del hombre, por decisión del hombre, que no quiere aceptar tus designios, que no quiere unir su tribulación, su enfermedad, su vida, a tu Cruz, apartándose de Ti doblemente en el momento de la muerte: apartándose por el suicidio asistido que significa en sí la eutanasia  y apartándose por el hecho de no querer ofrecerte sus tribulaciones, sufrimientos y dolores para así compartir contigo el último tramo de su vida. Jesús, la enfermedad, el dolor, el sufrimiento y la muerte no son nunca, para el hombre, motivo de desesperación; todo lo contrario: cuando el hombre los une a Ti y te los ofrece por medio de las manos de tu Madre Santísima, la Virgen, se convierten en instrumentos preciosísisimos de santificación personal y de co-rredención del mundo y en puertas abiertas que conducen al cielo. Jesús, concédenos a todos la gracia de comprender los enormes tesoros que encierra la verdadera muerte digna, la muerte que se muere en unión contigo en la cruz y en brazos de tu Madre, Nuestra Señora de los Dolores. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, reparamos y desagraviamos por los pecados cometidos en Carnaval, pecados de lujuria, de sensualidad, de carnalidad, que ofenden gravemente la majestad divina, porque son contrarios a la Sabiduría y al Amor de Dios. La castidad no es una mera virtud moral; es una expresión de la Pureza Inmarcesible del Ser Divino que en el hombre se expresa en la castidad. Además, el cuerpo del hombre ha sido convertido, por la gracia santificante, en templo del Espíritu Santo, y su corazón por lo tanto ha sido convertido en altar, sagrario y tabernáculo de Jesús Eucaristía, y la sensualidad del Carnaval conspira gravemente contra este templo, ultrajándolo con la introducción de imágenes, cantos, bailes, danzas y músicas profanas, carnales, eróticas, que exaltan el pecado, la lujuria, el desenfreno de las pasiones. Jesús, pedimos perdón y reparamos por todos nuestros hermanos y hermanas que enceguecidos por el pecado de la lujuria te ofenden a Ti, Sacratísimo Corazón, y al Inmaculado Corazón de María, y te suplicamos que les concedas, a ellos y a nosotros, un ardiente deseo de castidad y de pureza, de manera que aprecien el don de sus cuerpos como "templo del Espíritu Santo" y no lo profanen con impurezas, sino más bien lo honren, consagrándolo con el perfume de la gracia y adornándolo con el pudor, la vergüenza, y el respeto por la intimidad propia y ajena, para que así encuentren la paz para sí mismos y den la paz a sus hermanos, porque la impureza –la carnal y la espiritual- es fuente de discordia y de violencia, así como la pureza es fuente de paz y de armonía. Amén.

Silencio para meditar.

Meditación final

Jesús, debemos ya retirarnos, pero deseamos permanecer siempre ante tu Presencia Eucarística, y para ello dejamos nuestros corazones en manos de María Santísima, para que Ella los custodie en su Corazón Inmaculado y no permita que nada los aparte de Ti. Haz que cuando nuestros corazones, inconstantes en el amor a Ti, comiencen a olvidarse de tu Amor, la Virgen los estreche fuertemente contra su Inmaculado Corazón, de modo que al escuchar los latidos del Corazón de la Madre, escuchemos los latidos del Corazón del Hijo, y así recordemos los acerbos dolores que por nosotros sufriste en la Pasión y retornemos por el camino de la penitencia, el sacrificio, la mortificación y la oración. Jesús, enciende en nuestros corazones el amor de la perfecta adoración y comunión, de manera que la comunión sea precedida por la adoración y la adoración nos lleve a desear la comunión y haz que cada vez que comulguemos y adoremos, reparemos y desagraviemos por todos aquellos que ofenden y agravian a los Sacratísimos Corazones de Jesús y de María. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Los cielos, la tierra, el mismo Señor Dios”.




viernes, 7 de febrero de 2014

Hora santa en reparación por los ultrajes cometidos contra la Eucaristía


         Inicio: ingresamos en el Oratorio. Hacemos silencio interior, para recoger nuestros sentidos internos y también hacemos silencio exterior, para poder elevar nuestra oración y escuchar la voz de Dios, que habla en el silencio. Pedimos la asistencia de nuestros santos ángeles custodios y la intercesión de nuestra Madre del cielo, María Santísima, para que la oración llegue hasta el trono del Cordero en los cielos. Ofrecemos esta Hora Santa de modo particular, en reparación por los ultrajes cometidos contra la Eucaristía, sobre todo las profanaciones hechas con intenciones de realizar misas negras.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Hacia Ti, Morada Santa”.

Meditación

Jesús, Tu Presencia en la Eucaristía es un regalo del Amor del Padre para toda la humanidad; por la Eucaristía, los hombres tenemos ya en la tierra, en el altar eucarístico y en el sagrario, algo más grande que los cielos eternos, porque la Eucaristía eres Tú, el Hijo de sus entrañas, y sin embargo los hombres ultrajan tu Presencia eucarística posponiéndote por eventos banales. Te pedimos perdón y reparamos, por ellos y por nosotros, y te pedimos para todos la gracia de la contrición perfecta del corazón.

         Silencio para meditar.

         Jesús, la Santa Misa es el acontecimiento más trascendente que pueda suceder a la humanidad, porque se trata de la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz, sacrificio por el cual quitas el pecado del mundo, derrotas al infierno, destruyes a la muerte y salvas a la humanidad de las garras del demonio, y sin embargo los hombres no cesan de cometer todo tipo de injurias, sacrilegios y profanaciones, ya sea menospreciándola, o asistiendo con tibieza, o bien cometiendo el horrible pecado de profanarla por medio de misas negras. Te pedimos perdón y te ofrecemos esta Hora Santa en reparación, pidiéndote para ellos y para nosotros la gracia de la conversión y de la perseverancia final. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, la Eucaristía es el Sol que ilumina las tinieblas de este mundo que “yace en tinieblas y en sombras de muerte”, porque la Eucaristía eres Tú, Cordero de Dios, Lámpara de la Jerusalén celestial, Sol de justicia, Luz de Luz eterna, Luz indefectible, Luz Viva que das vida y amor a quien iluminas, y sin embargo, por un hórrido misterio de iniquidad, los hombres prefieren habitar en las sombras, y es así que en vez de acudir al sagrario, a postrarse ante tu Presencia eucarística para adorarte, corren a adorar a los modernos ídolos neo-paganos del mundo moderno, y por ellos te pedimos perdón y reparamos y te ofrecemos a ti mismo en reparación, para que no les tengas en cuenta este pecado.

         Silencio para meditar.

         Jesús, la Comunión eucarística alimenta nuestras almas con un manjar exquisito, un manjar celestial, un manjar de ángeles, porque es tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma, tu Divinidad y tu Amor, de manera que el alma queda saciada y colmada con tanta paz, alegría, felicidad y amor, que nada más puede desear en este mundo, aunque de momento no pueda experimentarlo sensiblemente, pues estos bienes los recibirá en su plenitud en la vida eterna. Y sin embargo, muchos hombres, reciben la comunión eucarística de modo distraído, de manera tal que desperdician la gran mayoría de los dones, mientras que otros llegan al colmo de recibir la Eucaristía con el único objetivo de preservarla para luego utilizarla en misas negras. Te pedimos perdón y reparamos, oh Buen Jesús, por las comuniones sacrílegas, realizadas únicamente con el propósito explícito de profanar luego la Eucaristía en ritos satánicos; te suplicamos que no les tengas en cuenta este abominable delito y que, por los méritos de tu Pasión y por los méritos y la intercesión del Inmaculado Corazón de María, les concedas la gracia de la conversión. Amén.

         Silencio para meditar.

         Jesús, la Eucaristía es el signo celestial que nos indica el camino a la eternidad; las apariencias del pan constituyen la esperanza de vida eterna, porque más allá de lo que aparece a nuestros ojos y sentidos, estás Tú, que eres Dios eterno y por eso la Eucaristía es la razón de nuestra alegría y es lo que da sentido a nuestra vida y a nuestro paso por esta vida, porque nos dirigimos hacia la Eucaristía, es decir, hacia Ti, Morada Santa; todos nuestros pasos, toda nuestra vida, todos los segundos y minutos y días de nuestra vida terrena, se encaminan y se dirigen hacia Ti, Morada Santa, Eucaristía, Pan de Vida eterna, Dios de Amor y de Paz, en quien reposaremos y viviremos para siempre, por tu misericordia, por la eternidad. Y sin embargo, muchísimos hombres, encaminan sus pasos en la dirección opuesta; muchísimos hombres, dirigen sus vidas en otra dirección; muchísimos hombres gastan su tiempo en cosas vanas, en cosas que no son Eucaristía, y así pierden de vista la Eucaristía, pierden de vista la eternidad, te pierden de vista a Ti, Dios de la Eucaristía, Morada Santa. Te pedimos perdón y reparamos, y te suplicamos que les concedas, a ellos y a nosotros, la gracia del arrepentimiento perfecto y la gracia de la perseverancia final, de modo que todos vivamos en Ti, en tu Morada Santa, por la eternidad. Amén.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, 
por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


         Canción final: “El trece de Mayo”.